Déjenos entrar

Por: Isadora Borges Monroy, México D.F./California

Una de las definiciones de la Web 2.0 es la capacidad de hacer de los usuarios más que consumidores―transformarnos en productores de información y aplicaciones. Aunque esto tiene ramificaciones en el sistema capitalista, como lo es tener una cantidad considerable de personas trabajando gratis para el beneficio de grandes empresas como Google y Apple, desarrollando y mejorando sus aplicaciones, catalogando y clasificación productos en venta y afinando sus algoritmos, las empresas que más han aprovechado la entrada masiva han cambiado sus modelos económicos. Alvin Toffler ha acuñado la frase “prosumidor” para estudiar y entender el fenómeno y sus implicaciones económicas. Sigue leyendo

Un viaje, un gadget – parte 3, o libros electrónicos y paranoia

Por: Isadora Borges Monroy, México D.F./California

Un libro sin marcas es un libro que no fue leído. Por supuesto que marcar un libro de la librería es una falta de respeto, pero cualquier otro libro debería tener marcas del lector: señalamientos, comentarios, correcciones ortográficas de aquellos minuciosos lectores, dobleces en las páginas para recordar pasajes y notas que refuten argumentos. Estas huellas sentimentales o académicas me recuerdan de la premisa central de filósofos contemporáneos como Cory Doctorow: las ideas no deben ser tratadas como contenido y propiedad, porque no pueden ser contenidas (o encerradas).

Lo que yo leo no debe quedarse estéril en una página, no si es de interés, no si contribuye a mi comprensión intelectual. El mundo de las publicaciones se encuentra en un momento difícil: aunque ha habido grandes avances en alfabetización, pocos adultos leen por placer y la variedad de fuentes de donde podemos obtener noticias se ha expandido a expensas de la protección de la profesión periodística. En general, la presión viene de dos lugares: más cosas compiten por nuestra atención (¿estoy en internet chateando con amigos, veo televisión, leo, escucho música, o mejor podcasts de entretenimiento, o mejor de noticias?) y hay más contenido una vez que se superan barreras como acceso a internet o televisión de paga. Confrontados con esta escena los viejos jugadores se han tratado de proteger con diversos mecanismos, ya sea en la presentación de sus productos, o recursos jurídicos.

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Un viaje, un gadget parte 2. O cómo reurbanizar una sociedad

Por: Isadora Borges Monroy, California / México D.F.

Últimamente, las calles de Estados Unidos han estado en mi mente. En el post El “efecto rebote” del consumismo  aludí a cómo ciertas partes del país, como California, están diseñadas para ser recorridas utilizando un carro. Una colega del trimestre pasado diría que esto es adrede, una demanda de las poderosas compañías de petróleo cuya presencia es palpable en el sur del país. Sea o no la razón, Baudrillard y Thomas S. Hunter no son los únicos que han legado una mirada romántica de los largos viajes por las carreteras estadounidenses ―aunque sus estados de intoxicación probablemente afectaron sus percepciones.

Pero en cualquier ciudad, no todos pueden, ni deberían si tenemos una conciencia de protección ambiental, usar coches para ir a todas partes. El transporte público resulta la opción más conveniente para grandes urbes, donde levantar el suelo y armar un metro es una pesadilla logística. ¿Y ahora?

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Un viaje, un gadget

Por: Isadora Borges Monroy, California / México D.F.

A fines de 2010 tuve la oportunidad de concursar para un intercambio semestral que ofreció la Universidad Nacional Autónoma de México para California. Como resultado, gané una plaza para venir al campus de Irvine de la Universidad de California, una ciudad de 104 kilómetros en el famoso Orange County. A pesar de su pequeñez a comparación de la Ciudad de México, mi urbe natal, el censo nacional la colocó como la 98º ciudad más grande del país. Y, contrario a lo que muchas otras ciudades encuentran, el FBI (Federal Bureau of Investigation) la ha catalogado como la ciudad más segura donde vivir por seis años consecutivos.

La crisis no ha impactado los altos niveles de empleo, y además de la universidad en donde me encuentro actualmente, los empleadores más grandes de la zona alternan entre aquellas relacionadas con la industria de la salud y la de telecomunicaciones.

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