Decenas de miles de menores de América Central intentan cruzar la frontera hacia los Estados Unidos huyendo de la violencia y la pobreza en sus países. El problema de las migraciones de niños, que ya desvela a Europa, ahora también atraviesa la campaña electoral del Congreso estadounidense.
Por Sebastian Schoepp
El Valle de Sula es un fértil valle en Honduras que se extiende hacia la costa caribeña. En sus laderas crece el bosque seco tropical y en el valle inferior están los mejores suelos, de donde brotan bananas, caña de azúcar, palmeras, cereales y cítricos. A su vez, desde hace ya algunos años se están abriendo paso las llamadas maquiladoras, fábricas textiles de dueños estadounidenses o chinos que son las responsables de una gran parte de la actividad económica de este país pobre, por lo que habitantes de toda Honduras acuden en masa a San Pedro Tula y sus suburbios en búsqueda de trabajo.
¿Un idilio económico? Todo lo contrario. Los puestos de trabajo son muy escasos. Las esperanzas de una vida mejor son brutalmente destrozadas. El desarraigo y la falta de perspectivas, así como el peso del pasado han hecho surgir una espiral de pobreza y violencia extremas que ha transformado a San Pedro Sula en la ciudad más peligrosa del mundo. El riesgo de sufrir una muerte violenta es mayor que en Bagdad o Kabul. La tasa de homicidios, con 96,4 casos por cada 100.000 habitantes en el año 2013, es la más alta del mundo, y no caben dudas de que esta cifra volverá a aumentar este año, como todos los años. Las ciudades populosas de países vecinos como Guatemala y El Salvador no presentan guarismos mucho mejores.